viernes, 2 de octubre de 2020

Capítulo 38

 

Juan y Cruz van hacia el convento en el que conocieron a la comadrona que ayudó a Kassandra en el parto. Ese es el mismo lugar en el que la vieja Dorinda ha decidido morir. La gitana agoniza pero está tranquila:
--es el destino. Ya se acabó mi camino.
Sabe que se va a reunir con su amada nieta y le tendrá que dar cuentas por haber abandonado a su hijo. Lo único que le pide a la muerte es que le dé tiempo para expiar sus culpas. Piensa que los reproches de su nieta serán menos si su secreto no muere con ella, si ayuda a su biznieto a encontrar su pasado. Juan está muy nervioso. Cruz le pone la mano en el muslo:
--¿¡estás bien?
Juan le sonríe, le gusta sentir el cariño de Cruz pero siente los miedos de siempre.
--¿¿porqué debería estar mal? --pregunta Juan haciéndose el duro.
Cruz también tiene miedo que Juan se ría de él si se muestra cariñoso pero en ese momento no le nace atacarlo:
--bueno... Se va a morir tu bisabuela.
Juan tiene sentimientos encontrados. Es un pasado del que nunca ha querido saber nada el que ahora se le hace presente.
--Esa mujer  no es nada mío. Me regaló.
--Si pero es tu sangre. Kassandra es la que pintó el cuadro que buscamos.Tal vez nos sepa decir algo. Ni que sea porque éste nos puede ayudar a descubrir lo que mi padre me quería decir pues es importante.
--¿¿y qué tendrá que ver conmigo??
Cruz para el auto:
--no lo sé, ahora vamos a averiguar.
Juan se apoya mucho en Cruz. Los dos se muestran afectuosos. 
--¿y como nos podrá ayudar? Ella se deshizo de mí, de los cuadros.
Juan no quiere mostrar lo que le duele que no lo hayan querido. Aunque tampoco lo demuestra, a Cruz le provoca mucha ternura. Muchas ganas de abrazarlo y besarlo. 
--Bueno está claro que Kassandra tuvo que tener algo muy intimo con el príncipe para que se dejara pintar en bolas. Ella nos podrá aclarar todas las dudas.

Juan y Cruz entran muy juntos. Dorinda agoniza. La cuidan las monjas. La anciana se impresiona al ver a Juan.
--Es la imagen de mi castigo.--dice ella con voz de ultratumba.
Dorinda extiende su mano. Juan se queda quieto. Está algo asustado. Cruz lo anima a que vaya junto a ella. Son los últimos momentos de la vida de su bisabuela. Juan agarra la mano de Dorinda. La anciana llora.
--perdón.
Juan con un nudo en la garganta pregunta:
--¿porqué no me quiso? Mi mamá no me quería?
Dorinda llora, está muy impresionada por el parecido con entre su nieto y el príncipe:
--ella te adoraba. Eras su vida. Mi nieta era tan feliz contigo. Le hubiera gustado poder quererte.
Los ojos de Juan se llenan de lágrimas.
--¿y usted porque se deshizo del hijo de su nieta si ella me quería?
Cruz también se emociona. Se queda en un segundo plano, con las mano en la cara pero que no lo vean llorar. 
--Por tu padre. Por tu padre. Ese canalla...
Pese a su dolor, su agonia, su culpa. Dorinda no puede evitar sentir un gran rencor hacia ese hombre:
--engañó a mi nieta. Ella estaba tan enamorada. No me escuchó. Esas cosas sólo pasan en las telenovelas. Los príncipes no se enamoran de las chicas sencillas. Se divierten con ella y se casan con otra princesa como hizo tu padre.
Juan está pálido. Piensa en el cuadro. En tanto que pensaron en esa posibilidad. Juan se gira para mirar a Cruz que está muy interesado. Piensa en cómo se sintió atraído por el desnudo del cuadro y que tendría su gracia que fuera el padre de su actual amante. Juan tiene tomada la mano de su bisabuela. Está muy impactado con todo lo que está descubriendo. No se atreve a decir nada. Cruz está justo detrás de Juan.
--¿¿quien es el padre de Juan?¿¿quien? --pregunta ansioso.
Muy atormentada Dorinda dice:
--¿y quien más? Es su misma cara. Ese cara que yo tanto aborrecí y ahora me persigue, que mi nieto sea su vivo retrato es la peor burla que me podía hacer la vida.
Cruz y Juan se miran muy intrigados. Aunque era algo que habían pensando pues ahora que están teniendo la confirmación no deja de sorprenderles. 
--Benicio de la Civetta, un principe romano. Ese es tu padre, que mientras se reía de mi nieta preparaba su boda.
Juan está boquiabierto. Él hijo de un príncipe. Ahora sí que él está implicado en el mismo asunto de Cruz porque el hombre del cuadro que buscan es su padre. Dorinda quiere espiar sus culpas antes de morir:
--Después que lo odié, que maldecí a él y sus hijos no podía quedarme contigo. No podía ¿lo entiendes verdad?
Juan no dice nada. Está casi en shock. Dorinda llora. Su vida se le va.
--no espero que me perdones pero almenos que me comprendas, que el reclamo de mi nieta no sea tanto.
Ya que Juan no está para hacer preguntas, Cruz le dice a la anciana:
--Mi padre fue amigo del padre de Juan. Me dijo que tenía que buscar uno de los cuadros que Kassandra le pintó al principe.
Dorinda está aturdida.
--¿¿como??
--Si, al parecer el principe dejó algo en el cuadro que es de mi padre ¿¿usted no sabe nada? ¿no le dijo nada su nieta?
Dorinda ya no tiene nada más que decir. Se deja llevar por la muerte. Sólo alcanza a decir:
--Yo quise destruir esos cuadros pero mi nieta no me dejó, al parecer ese hombre le hizo jurar que no se desharía de ellos. Yo no los quería destruir pero tampoco los quería tener. No sé que pasó con esos cuadros. Yo los tiré a la basura.
Cruz ya sabe todo lo que podía saber. La Gitana no los puedo ayudar. Juan está arrodillado frente a ella, No quiere llorar pero no puede dejar de hacerlo. Cruz está pegado a él. Con las manos en los hombros. Dándole su apoyo. No sabe bien como qué pero le conmueve su sufrimiento, saber que es el hijo del amigo de su padre, sentir que están los dos juntos en la busqueda del cuadro.
--cuénteme de Kassandra... de mi mamá --pregunta Juan con un hilo de voz.
Dorinda le cuenta a ese biznieto que no quiso tener anécdotas de su nieta desde que nació. Habla con debilidad hasta que la muerte se le lleva. Juan se queda muy aferrado a su mano. Sin llorar y sin decir nada. Las monjas que rodean a la difuntan no se atreven a decir nada. Es Cruz el que dice:
--tu bisabuela ya se murió. Almenos pudiste conocerla. Ven, vamos... deja que las monjas se ocupen de ella.
Juan mira a las monjas con ojos llorosos:
--Me gustaria que tuviera un funeral bonito.
--si claro.--le dicen.
Cruz agarra de la mano a Juan:
--ven, ya no tenemos nada que hacer aquí.
Juan se deja llevar por Cruz. Mira hacia atrás. Mira el cadáver de esa mujer sólo ha visto dos veces en su vida pero que era su bisabuela, el único lazo de unión con su madre biólogica.
--llora, te hará bien --le dice Cruz con cariño.
Juan no se quiere mostrar débil ante su amigo. Tragándose las lágrimas dice:
--¿¿¿porqué debería llorar? Ella no me quiso. Me abandonó.
--porque eres buena gente, sé que te duele esto que está pasando.
Juan se muestra muy duro:
--¡¡no seas boludo¡ No eres mi novio. ASí que no me vengas con estas tonterías.
A Cruz le duele el rechazo de Juan, a Juan le duele rechazarlo.
--llevame a mi casa. Quiero estar solo.
--No creo que te convenga estar solo.
Cruz no le habla con todo el cariño que siente pero tampoco es duro con él porque quiere apoyarlo. 
--¿¿qué pasó reinita, es que quieres aprovecharte de mí? --dice Juan con burla.
--No, pero es que nuestros viejos eran muy amigos. Fue tu viejo el que metio al mío en esto. Creo que deberíamos estar juntos.
Juan no dice nada. Se va con Cruz. Al llegar a la casa, los dos se quedan mirando el cuadro del desnudo de Benicio. Cruz a su lado.
--Yo creo que tu viejo debió querer mucho a tu mamá. Era un príncipe, debió quererla mucho para dejarse hacer eso..
Juan mira a Cruz con emoción:
--me le parezco mucho ¿no?
Cruz le sonríe:
--eres igual a él. Es como si el chico del cuadro se hubiera escapado.
Cruz lo mira con deseo. Le atrajo tanto desde la primera vez que vio ese cuadro y ahora tiene a Juan a su lado. Los dos se miran con una gran pasión. Se olvidan de todo. Se besan furiosamente y Cruz lo arrastra a su dormitorio donde se aman con pasión y desesperación.


























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